martes, 25 de septiembre de 2018

Justicia propia




Justicia propia


“Te salvamos la vida, pero a cambio, cada vez que nosotros te llamemos, responderás”
Sofía a veces escuchaba esas palabras en su cabeza antes de despertar. Tal vez a causa del trauma, o tal vez porque habían sido implantadas en su cerebro.
Se sentó en la cama y se rascó la cabeza, cubierta por una mata de cabello rubio que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Miró por la ventana que reflejaba su rostro adolecente de ojos grandes y mentón anguloso. No se miraba a sí misma, su atención estaba en el pasado, reviviendo por un instante en su memoria lo que había sucedido antes de esa frase.

     Tenía quince años en esa época, pero ya creía que era lo bastante mayor para atender a sus propios asuntos sin avisarles a sus padres. Una amiga de la escuela llamada Celeste la había invitado a una fiesta en las afueras de la ciudad y ella accedió. Se habían conocido hacia unas cuantas semanas, pero se habían hecho amigas rápidamente. Celeste elogiaba el cabello rubio natural de Sofía y eso a ella le encantaba. Su amiga por su lado no tenía un cabello natural, lo había reemplazado por una melena de fibra lumínica, que cambiaba de color a voluntad y era espectacular en las discotecas.
     Sofía había caído ante los encantos de esa chica, ese aire transgresor e independiente le habían seducido a ir más allá de lo que le advertían las aburridas reglas de sus profesores y familiares. Lo cierto era que debió sospechar al menos un poco cuando le insistía tanto con el asunto de la fiesta, y cuando finalmente fueron, no había en ese edificio nadie salvo ellas dos.
     No sintió nada, ni siquiera supo en que momento la dejaron inconsciente ni de qué manera. Pero cuando despertó no podía moverse, y unas personas vestidas con robustos trajes negros y cascos con visores se movían en los márgenes de su visión, algunos sosteniendo armas. No podía moverse, ni mover la cabeza. Intentó hablar, pero también fue inútil.
Una de las personas de negro se inclinó sobre ella.
     - Esta de aquí está despertando
     - Sáquenla – apremió otra voz, cuyo dueño estaba fuera de vista – cuidado con el soporte vital, suminístrenle sedantes antes de que recupere la sensibilidad, rápido.
     El visor del casco que tenía delante era reflejante, y Sofía agradeció volver pronto al abrigo de la inconciencia, porque por un fugaz momento, en ese reflejo alcanzó a ver su cuerpo reducido a poco más que una cabeza con un torso descarnado.
     Durante un lapso atemporal, Sofía despertaba por momentos breves, nunca lo suficiente para tener plena conciencia, a veces veía cosas y gente, otras alcanzaba a escuchar ruidos o partes de conversaciones. Pero llegó un momento en el que despertó y no volvió a dormir, fue un despertar muy lento, pero alcanzaba a entender lo que le decían, una voz que le explicaba que había sido secuestrada por traficantes de cuerpos, que la habían eviscerado para vender sus partes, y que mantenían con vida lo que quedaba e ella hasta recibir buenas ofertas por los órganos, fluidos y tejidos que quedaban.
     Sofía debería haber sentido toda una gama de emociones truculentas al oír que le había hecho algo tan espantoso, pero su mente aun aletargada todavía no procesaba lo que implicaban esa revelación. Su interlocutor guardo silencio, y esa pausa le sirvió a Sofía para asimilar poco a poco lo que le estaban contando, empezar a sentir lo que eso significaba. Esas sensaciones, cada vez más despiertas, empezaron a darle lucidez para contemplar mejor su entorno. Estaba en una sala vacía, de paredes blancas, y frente a ella, sentada en un asiento sencillo, había una mujer vestida con un traje negro.
     La mujer volvió a hablar.
     - Todavía no puedo decirte exactamente quienes somos, pero lo que puedes saber es que operamos fuera de los márgenes de la ley, salvando vidas – le dijo.
     Sofía recobró la conciencia lo suficiente como para darse cuenta de que ella también estaba sentada sobre una silla, con su cuerpo completo, bello y juvenil ataviado de una ropa interior hule.
     - ¿Estoy… entera? – preguntó, levantando la mano y mirándola con atención. Descubrió que había unas finísimas vetas en su palma, siguió esos trazos simétricos por lo largo de su brazo hasta su hombro. Vio que todo su cuerpo estaba marcado por esos ligeros trazos, como si fueran las piezas unidas de lo que ahora era su ser.
     - Lo estas - asintió la mujer, sonriente - Fue un trabajo arduo para nuestros profesionales, ya que casi no quedaba nada de ti cuando te encontramos. Pero aquí estas, viva y con un cuerpo nuevo.
     - ¿Por qué? – preguntó, ya lo bastante consciente como para sentir una honda punzada de dolor. No un dolor físico, sino el dolor que supone entender la enorme tragedia sufrida, la pérdida, las implicaciones de algo tan ruin perpetrado sobre su carne. Sus ojos se humedecieron y las lágrimas recorrieron sus suaves mejillas. Estaba sobrecogida por tantas emociones, pero aun y así intentó prestar atención a su interlocutora.
     - Porque es nuestro deber, como te dije nosotros operamos fuera del margen de la ley, porque hacemos lo que la ley no puede; combatir de verdad contra el crimen – sentenció la mujer con una voz que denotaba su resolución absoluta en esa causa – los negocios criminales están aliados con el poder, y los poderosos controlan a las autoridades. Ellos no luchan realmente contra personas que hacen esto a cientos de jovencitas como tu todos los años.
     - Gracias – dijo ella, sintiendo una repentina oleada de gratitud. Empezando a resollar, conmovida – no sé cómo voy a pagarles esto pero…
     - Vas a pagarnos, de eso no tienes que preocuparte. Veras, creemos que no existe mejor motivación que la sed de justicia por mano de alguien que ha padecido una gran injusticia. Muchos de nuestros agentes pasaron por verdaderas atrocidades, y nosotros les dimos la oportunidad de arreglar las cosas por su propia mano.
La mujer hizo un gesto con los dedos y una proyección bajó del techo, mostrando una imagen de Celeste, seguido de ventanas de datos con su expediente y fotografías de los lugares que frecuentaba.
     - Sabemos dónde está la chica que te entregó a esos carniceros, sabemos cómo llegar a ella, pero no vamos a hacer nada. Lo harás tú, si así lo deseas.
     Celeste… en esa fotografía sonreía con petulancia, como si estuviera satisfecha con lo que le había hecho, como si fuera capaz de volver a hacerlo si con eso ganaba algo más de dinero. La ira estalló en la menté de Sofía, y el instinto iracundo de clavar sus uñas en la garganta de esa perra hizo que la mano derecha de Sofía se abriera con un brusco movimiento, de desarmara en múltiples piezas y se volvieran a unir. La nueva forma mostraba una mano mecánica rematada en garras con el filo de bisturís, y sobre la muñeca sobresalía el cañón de un arma.
      Sofía respiraba agitada con las lágrimas aun cayendo por su barbilla, el ceño fruncido, y un sentimiento de determinación creciendo en su pecho.
     - La oportunidad es tuya Sofía – le dijo la mujer - y te ayudaremos a que lo hagas sin ninguna consecuencia.
     - Y a cambio… debo ser uno de sus agentes ¿verdad? – preguntó Sofía.
     La mujer asintió.
     - Te salvaremos la vida, pero a cambio, cada vez que nosotros te llamemos, responderás.

Sentada aun sobre su cama, Sofía tenía el brazo protésico extendido y el cañón desplegado. Tenía una caja de munición junto a ella, y una a una colocaba pequeños proyectiles en la recamara junto a su codo. Recordó como luego había encontrado a Celeste, y la parte más débil de su conciencia le había dicho que fuera rápida, pero lo cierto es que se cobró su venganza lentamente. Y luego la policía solo pudo identificar los restos por medio de un análisis genético.
     Cumplida su venganza, ahora estaba ligada de forma indefinida a esa organización de moralidad tan ambigua, que se dedicaba a cazar y asesinar criminales desde la misma marginalidad, y operando con métodos muy similares. Sofía ya tenía 20 años, y aunque su cuerpo aun parecía de quince su vida había recuperado  la apariencia de normalidad. Era un agente inactivo al que llamaban solo en algunas circunstancias cuando algo acontecía por su sector, y ella, marcada por la tragedia, cumplía con su deber con gusto, sabiendo que con cada vida que eliminaba, otras iban a salvarse.



Créditos a Useony

domingo, 23 de septiembre de 2018

Me gustaría mencionar que las imágenes que subo con los relatos suelen ser la fuente de inspiración de estos, y en algunos casos arrojan información que no concuerda con la historia, eso es simplemente porque no uso esa información, solo veo la imagen y saco una idea de ahí.

Syrax

     Tuve la oportunidad de cazar grandes predadores en las junglas de Titán, ¿Qué, no conoces el lugar? No es en la superficie, por supuesto, ahí solo hay hielo y algunas estaciones meteorológicas. Esta bajo kilómetros de roca, es un pliegue en el manto, que forma una red de gigantescas cavernas. A alguien, hace quien sabe cuánto tiempo, se le ocurrió abrir ahí algunos agujeros de magma y calentar el lugar para empezar a construir la biosfera. No se los detalles de ese proyecto y tampoco me importan, lo importante es que parece haber funcionado muy bien, hicieron crecer junglas dentro de las cavernas de Titán, y las llenaron con criaturas traídas de todo el espacio conocido.
     Tal vez el propósito de las junglas era la de convertirse en una reserva, o quizás en un safari para turistas, pero los que lo hicieron no dijeron nada, nadie sabe quiénes son ni dónde están, Quizás se aburrieron y se fueron, o tal vez fueron devorados por sus propias adquisiciones. Así que los cazadores reclamamos el lugar para nuestro patio de juegos. No me mires así ¿Te dan pena esos animales? ¿Alguna vez viste una lombriz leopardo, o a un torocanis? Te aseguro que si tienes uno enfrente lo primero que pensarías seria en como matarlo antes de que te mate a ti.
     Pero no te voy a hablar de grandes bestias, no, la naturaleza es retorcida a veces, y puede ofrecer otro tipo de amenazas además de las garras y los dientes.
     Cazábamos al Syrax, una criatura cuadrúpeda, del tamaño de un caballo, piel azul sin pelo y con armadura ósea en el lomo y la cabeza. Era muy raro de ver, dicen que no es del todo un animal, sino algo así como un híbrido entre un ser vivo y algún tipo de tecnología alienígena. Aun nadie sabe la verdad, pero lo que si sabíamos era que teníamos que tener cuidado con su cola. No era un aguijón… no, ni lanzaba espinas… tampoco ácido… no, no se desprende y te ataca ¿Puedes dejarme continuar? Estaba yo, Kaspan el Matador, y otros dos tipos que venían conmigo, uno era Sergul, un cazador decente pero que aún no se ganaba ningún título, el otro era poco más que un novato, no recuerdo su nombre pelo le decíamos liendre.
     Nos movíamos por una zona dominada por helechos, no como esos de las macetas que tu abuela cuelga en su jardín, eran plantas enormes, de hojas retorcidas y algunas lanzaban un polen viscoso o estaban cubiertas de pelos urticantes. Era el horario nocturno, y los lúmenes alimentados por energía geotérmica habían reducido su intensidad, pareciendo solo débiles lunas en el negro techo de la caverna. El Syrax solo salía de noche, ya que sus depredadores suelen dormir a esas horas y con poca luz es cuando mejor puede defenderse. Liendre no dejaba de molestar diciendo que hiciéramos un campamento y esperáramos en un sendero hasta que la presa apareciera. No era un mal plan pero acampar era tentar a las termitas hematófagas, si te quedas en un lugar el calor y el olor a sudor las atrae. Además, Sergul y yo nos sentíamos con confianza, teníamos un rastro que nos estaba llevando hacia donde queríamos. Sergul iba delante, el desgraciado estaba ansioso por hacer algo que lo enalteciera por sobre sus rivales y le diera un título. Esa impaciencia le había hecho acabar mal varias veces.
     Y esa vez no fue distinto, recuerdo que caminaba con el rifle sobre el hombro, con la lente de visión nocturna en un ojo y el otro en la casi total oscuridad. Los insectos y lagartos nocturnos estaban ruidosos esa noche. Entonces Sergul dijo “ahí está” y salió corriendo como un novato imbécil. Liendre, como otro novato imbécil, lo siguió sin pensarlo, atravesando arbustos y pisando ramas como si en realidad fuera amigo del Syrax y quisiera advertirle de nuestra llegada.
     Sabía que criatura los vería llegar y escaparía, así que mientras ellos iban directo yo di un rodeo para intentar bloquear su huida y matarlo. Me quedaría con toda la gloria y no les dejaría nada, se lo merecían por incompetentes.
     Me oculté y quité el seguro de mi arma, esperando alguna señal. Conocía esa zona y sabía que había un sendero cerca, y era probable que la presa escapara por ahí. Escuché algo y, mierda, no era el ruido de disparos ni el berrido de un animal asustado. Bueno, en realidad si, eran berridos de dos estúpidos animales cagados de miedo. Algo había salido mal. Salí de mi escondite y corrí, esquivando arbustos, saltando sobre troncos caídos, intentando ver en la espesura de helechos y la oscuridad más allá del fulgor verde de la visión nocturna.
Nos habían contado que los Syrax eran herbívoros pacíficos, asustadizos incluso, pero no nos habían dicho nada de cómo eran en época de cría. Sergul y Liendre habían sido emboscados por un macho, que utilizaba sus fauces óseas en forma de pico para embestirlos. A unos metros de él, una hembra resguardaba sus crías. Apunte al macho, buscando un tiro limpio, pero los segundos que tardé en eso le dieron tiempo a la hembra de descubrirme y reaccionar; Se contrajo sobre sí misma, haciéndose un ovillo, y su larga cola similar a una cortina mal enrollada se abrió como un abanico sobre su lomo. La oscuridad nocturna fue barrida, mi lente de visión nocturna se llenó de una luz cegadora y tuve que quitármelo. Mi otro ojo vio un arcoíris de neón resplandeciente proyectándose de la piel membranosa desplegada de la cola del animal. Era como ver un millón de carteles publicitarios al mismo tiempo, como estar dentro de una aurora boreal, o que la aurora estuviera dentro mío, sentí como esa luz se metía en mi cabeza, me desorientaba y confundía. Aparte la mirada y escapé, sabía que estaba muerto, tan muerto como Sergul y Liendre, que ya no gritaban aunque el macho Syrax seguía envistiéndolo. Había visto la luz de un Syrax, una luz de la que nadie sobrevive.
     ¿Cómo sobreviví yo entonces? Bueno, yo soy Kaspan el Matador al fin y al cabo… y tuve la suerte de encontrarme a otro grupo de cazadores detrás del mismo rastro que seguíamos nosotros justo antes de desmayarme. Desperté dos días después en un hospital en Ganimedes.

     Sobreviví al encuentro con los Syrax, algo que no muchos pueden decir, pero su luz me jodió bien, daños cerebrales, no muchos pero si algunas neuronas quemadas aquí y allá. Perdí mis reflejos para la cacería y por eso ahora solo soy conocido como Kaspan el Tabernero, esos trofeos en las paredes son todos míos. Ahora dime ¿Qué te sirvo?

Créditos al autor de la imagen al que no conozco

jueves, 20 de septiembre de 2018



Una flor, una vida


Era aún demasiado pequeña para saber lo que significaba autismo, pero decían que ella lo tenía, y uno raro además, de esos que hacían que los que la examinaban no supieran muy bien que decir.
     Pero cosas como esa ya no le preocupaban. Desde que había empezado la guerra todos se habían puesto muy tristes en el orfanato, lloraban y suplicaban.     
     Lloraron y suplicaron más cuando un grupo de hombres apareció un día, no eran soldados, e hicieron lo que quisieron. Y ella, aunque aterrada, no pudo llorar, ni supo suplicar.
     Ya no volvió a ver a las niñas que solía mirar desde lejos cuando jugaban en el patio, ni a las cuidadoras que se esforzaban por sacarle una sonrisa, o a los doctores que le hacían preguntas y anotaban en sus cuadernos. Ahora solo estaba la habitación fría y el grillete en su cuello que la tenía encadenada a la pared, donde ni siquiera podía acercarse la ventana tapiada para ver entre las tablas de madera lo que había allá afuera, tal vez un campo de flores.
Lo que más extrañaba eran las flores, una esquina del patio del orfanato se llenaba de flores en primavera y a ella le gustaba ir sola, acostarse entre ellas y escucharlas, sentir como la acariciaban y le hacían recordar momentos felices con su aroma. Esas flores se habían convertido en su memoria más atesorada, el único lugar en el cual refugiarse cuando estaba desconsolada.
     La vendieron a un hombre que la encerró en esa habitación, era un lugar sucio, pero entre la basura amontonada en un rincón encontró una pequeña flor de plástico, similar a las que crecían en el orfanato. Ella la adoptó como su talismán, su objeto más querido, al cual podía contemplar y perderse en sus dulces memorias, sobre todo después de que recibía visitas de aquel hombre que no la dejaba salir.
     Un día otro hombre apareció, ella estaba dormida y no lo escuchó entrar. Tenía ropa oscura, un rostro muy pálido, casi blanco, y una sonrisa enorme en la cara, enseñando todos los dientes.
- Hola pequeña – le saludó el hombre, su voz era seria aunque la sonrisa seguía ahí – dime ¿Qué haces aquí?
Ella no le contestó, pero esa pregunta le hizo recordar muchas cosas malas, mucho miedo y dolor. Sus ojos se humedecieron.
- Ah…. ¿No te gusta este lugar? – volvió a preguntar, y miró a su alrededor, como si hasta el momento no hubiera sabido donde estaba.
Ella negó con la cabeza con fuerza.
- Yo te puedo ayudar, dulce niña – el hombre de gran sonrisa y ropa negra bajó hasta estar a su altura, hincando una rodilla en el suelo – pero no puedo hacerlo sin recibir nada a cambio.
Ella se limpió las lágrimas con sus pequeñas manos sucias, y se le quedó mirando, con el rostro inexpresivo.
- Sabes lo que quiero, pequeña, dámelo, y esta pesadilla terminará – le prometió, siempre con la sonrisa sobre su rostro blanco.
Sabía que quería que le diera, lo sentía, pero no quería sufrir a un más, ya había perdido mucho. Pero él le había prometido que todo terminaría si lo hacía.
Ella aflojó el lazo de la falda del harapiento vestido que llevaba puesto. Y de ahí sacó la flor de plástico.
     Dudó por un momento, y se la entregó.
     El hombre suspiró, un suspiro extraño, parecía conmovido aunque nada en su rostro lo indicara. Sostuvo la flor con delicadeza y esta se iluminó con un ligero resplandor.
     - De verdad puedes ver lo que otros no. Esto es justo lo que quería.
     Entonces se marchó, dejando la habitación sin que ella lo viera partir.

     Dos días después fue encontrada por una familia de que huía hacia la frontera, cuando la liberaron y se la llevaron, vio al hombre que la había encerrado. Estaba sentado en su sillón con la mano sobre el pecho, su piel era gris y pétrea, sin vida, casi como la cara de ese hombre sonriente de negro.



Créditos al autor de la imagen al que no conozco.

martes, 18 de septiembre de 2018

Mejor empezamos a llenar esto, que si comienzo a invitar gente y lo único que ven son desvaríos y una novelucha de hace 7 años no voy a causar una muy buena impresión.





Valiente Pastor


     Los fríos de esas noches venían acompañados del viento ululante que prometía la pronta llegada del invierno, la ventisca era constante y las hojas de los pinos siseaban como si susurraran secretos entre ellos. Las temperaturas eran bajas, tanto como para enfermar a cualquier hombre, pero Otto era un pastor alemán, y no le temía a ningún frio. Su amo, como de costumbre, lo había dejado a cuidado del rebaño de ovejas, puesto que en esas épocas los lobos merodeaban por los alrededores. La mayoría de ellas se encontraban en el corral, acurrucadas unas junto a otras para darse calor. Otto en ese instante, sin embargo, no las vigilaba, pues había captado el olor de algunas lejos del corral y tenía que ir a buscarlas.
     La luna estaba llena esa noche, por lo que no tuvo problemas para ver en la oscuridad, el pastor alemán corrió entre los arboles siguiendo el rastro de las rezagadas hasta que salió a un claro donde las vio.
     No estaban solas, algo mas allá, colina abajo, las observaba acechante. Otto se adelantó a las ovejas, detectando en la postura de ese intruso una amenaza. Se plantó y extendió las patas, indicando que él también era una amenaza para el intruso, para remarcar el mensaje lanzó un ladrido. El intruso estaba agazapado, mirando sin reaccionar ante la llegada de Otto, la claridad de la noche no dejaba ver todos los detalles, pero su lomo estaba cubierto por un denso pelaje. Otto ladró un poco más, y sin temor acortó la distancia entré él y su contrincante.
     El intruso alzó las orejas, similares a las de él, pero más grandes. Uno ojos amarillos y salvajes miraron a Otto como si acabaran de advertir su presencia, entonces emitió un gruñido profundo, grave, como si lo emitiera la caverna de una montaña.
     Otto se había enfrentado a lobos solitarios antes, y esta vez lo haría de nuevo.
     Entonces el lobo se irguió sobre sus patas traseras, y la mente simple de Otto intentó asimilar esa imagen contradictora, que mezclaba de forma imposible lo que él entendía que era un lobo y un hombre.
Ay valiente Otto, su lealtad superaba sus miedos.
Ay leal Otto, si hubieras escapado te abríamos perdonado.
Ay pobre Otto, no podías entender algo que hasta los hombres ignoraban.
Ay noble Otto, descansa en paz ahora, nosotros cazaremos en tu honor.




Créditos al autor de la imagen al que no conozco.











domingo, 16 de septiembre de 2018

No puedo creer que esto siga aqui

Siete años.... después de siete años este Blog continua existiendo, lo abandoné para que se pudriera, porque me había aburrido, porque no le veía ningún sentido seguir publicando aquí. Y hoy, en esta fecha, buscando plataformas para crearme un nuevo Blog, Google me muestra que esta cosa rancia aun esta aquí, y me recibe con un buen sopapo de nostalgia, con publicaciones de un Rolimer siete años mas joven.
     No me atrevo a leer lo que ese yo del pasado escribió aquí, por varias razones que no me voy a molestar en mencionar. Ahora mismo pasaron años desde que la ultima persona entró aquí así que básicamente estoy escribiéndome para mi mismo, para hacer catarsis, y seguramente las siguientes publicaciones sean similares, así de paso echo para el fondo esas viejas publicaciones. Si eres alguien que se esta pasando por aquí y lees esto, quedas advertido de que lo que hay mas atrás es algo distinto a lo que vendrá en el futuro

     Y ahora... ahora tengo que empezar a llenar esto. El gran problema que tuve en aquella época, lo que me hizo dejar este Blog, fue que no sabía escribir cuentos y relatos breves, cosas que terminaran en pocas paginas. Era una época donde empezara a descubrir mi amor por escribir y mi mente estallaba con universos llenos de detalles, personajes y situaciones, por lo que escribir algo breve era impensable, pero terminar de hacer una novela también resultaba bastante complicado.
     Fue impensable durante mucho años... hasta ahora.
     Esta frase de arriba es solo memorable para mi, y yo mismo me aplaudo mientras los futuros curiosos que pasen van a leerlo sin el mas mínimo ápice de entusiasmo, cosa que me hace gracia. Es liberador escribir sandeces como estas.

Intentaré que las próximas publicaciones tengan algo mas de sustancia, que esto sirva como un separador entre lo que fue hace siete años, y lo que espero que sea de aquí en adelante.


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                                                       S   E   P   A   R   A   D   O   R
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