Syrax
Tuve la oportunidad de cazar
grandes predadores en las junglas de Titán, ¿Qué, no conoces el lugar? No es en
la superficie, por supuesto, ahí solo hay hielo y algunas estaciones
meteorológicas. Esta bajo kilómetros de roca, es un pliegue en el manto, que
forma una red de gigantescas cavernas. A alguien, hace quien sabe cuánto
tiempo, se le ocurrió abrir ahí algunos agujeros de magma y calentar el lugar
para empezar a construir la biosfera. No se los detalles de ese proyecto y
tampoco me importan, lo importante es que parece haber funcionado muy bien,
hicieron crecer junglas dentro de las cavernas de Titán, y las llenaron con
criaturas traídas de todo el espacio conocido.
Tal vez el propósito de las junglas era la
de convertirse en una reserva, o quizás en un safari para turistas, pero los
que lo hicieron no dijeron nada, nadie sabe quiénes son ni dónde están, Quizás
se aburrieron y se fueron, o tal vez fueron devorados por sus propias
adquisiciones. Así que los cazadores reclamamos el lugar para nuestro patio de
juegos. No me mires así ¿Te dan pena esos animales? ¿Alguna vez viste una
lombriz leopardo, o a un torocanis? Te aseguro que si tienes uno enfrente lo
primero que pensarías seria en como matarlo antes de que te mate a ti.
Pero no te voy a hablar de grandes
bestias, no, la naturaleza es retorcida a veces, y puede ofrecer otro tipo de
amenazas además de las garras y los dientes.
Cazábamos al Syrax, una criatura cuadrúpeda,
del tamaño de un caballo, piel azul sin pelo y con armadura ósea en el lomo y
la cabeza. Era muy raro de ver, dicen que no es del todo un animal, sino algo
así como un híbrido entre un ser vivo y algún tipo de tecnología alienígena.
Aun nadie sabe la verdad, pero lo que si sabíamos era que teníamos que tener cuidado
con su cola. No era un aguijón… no, ni lanzaba espinas… tampoco ácido… no, no
se desprende y te ataca ¿Puedes dejarme continuar? Estaba yo, Kaspan el
Matador, y otros dos tipos que venían conmigo, uno era Sergul, un cazador
decente pero que aún no se ganaba ningún título, el otro era poco más que un
novato, no recuerdo su nombre pelo le decíamos liendre.
Nos movíamos por una zona dominada por
helechos, no como esos de las macetas que tu abuela cuelga en su jardín, eran
plantas enormes, de hojas retorcidas y algunas lanzaban un polen viscoso o
estaban cubiertas de pelos urticantes. Era el horario nocturno, y los lúmenes
alimentados por energía geotérmica habían reducido su intensidad, pareciendo
solo débiles lunas en el negro techo de la caverna. El Syrax solo salía de
noche, ya que sus depredadores suelen dormir a esas horas y con poca luz es
cuando mejor puede defenderse. Liendre no dejaba de molestar diciendo que
hiciéramos un campamento y esperáramos en un sendero hasta que la presa
apareciera. No era un mal plan pero acampar era tentar a las termitas
hematófagas, si te quedas en un lugar el calor y el olor a sudor las atrae. Además,
Sergul y yo nos sentíamos con confianza, teníamos un rastro que nos estaba
llevando hacia donde queríamos. Sergul iba delante, el desgraciado estaba
ansioso por hacer algo que lo enalteciera por sobre sus rivales y le diera un título.
Esa impaciencia le había hecho acabar mal varias veces.
Y esa vez no fue distinto, recuerdo que
caminaba con el rifle sobre el hombro, con la lente de visión nocturna en un
ojo y el otro en la casi total oscuridad. Los insectos y lagartos nocturnos
estaban ruidosos esa noche. Entonces Sergul dijo “ahí está” y salió corriendo
como un novato imbécil. Liendre, como otro novato imbécil, lo siguió sin
pensarlo, atravesando arbustos y pisando ramas como si en realidad fuera amigo
del Syrax y quisiera advertirle de nuestra llegada.
Sabía que criatura los vería llegar y
escaparía, así que mientras ellos iban directo yo di un rodeo para intentar
bloquear su huida y matarlo. Me quedaría con toda la gloria y no les dejaría
nada, se lo merecían por incompetentes.
Me oculté y quité el seguro de mi arma,
esperando alguna señal. Conocía esa zona y sabía que había un sendero cerca, y
era probable que la presa escapara por ahí. Escuché algo y, mierda, no era el
ruido de disparos ni el berrido de un animal asustado. Bueno, en realidad si,
eran berridos de dos estúpidos animales cagados de miedo. Algo había salido mal.
Salí de mi escondite y corrí, esquivando arbustos, saltando sobre troncos
caídos, intentando ver en la espesura de helechos y la oscuridad más allá del
fulgor verde de la visión nocturna.
Nos habían contado que los
Syrax eran herbívoros pacíficos, asustadizos incluso, pero no nos habían dicho
nada de cómo eran en época de cría. Sergul y Liendre habían sido emboscados por
un macho, que utilizaba sus fauces óseas en forma de pico para embestirlos. A
unos metros de él, una hembra resguardaba sus crías. Apunte al macho, buscando
un tiro limpio, pero los segundos que tardé en eso le dieron tiempo a la hembra
de descubrirme y reaccionar; Se contrajo sobre sí misma, haciéndose un ovillo,
y su larga cola similar a una cortina mal enrollada se abrió como un abanico
sobre su lomo. La oscuridad nocturna fue barrida, mi lente de visión nocturna
se llenó de una luz cegadora y tuve que quitármelo. Mi otro ojo vio un arcoíris
de neón resplandeciente proyectándose de la piel membranosa desplegada de la
cola del animal. Era como ver un millón de carteles publicitarios al mismo
tiempo, como estar dentro de una aurora boreal, o que la aurora estuviera
dentro mío, sentí como esa luz se metía en mi cabeza, me desorientaba y
confundía. Aparte la mirada y escapé, sabía que estaba muerto, tan muerto como
Sergul y Liendre, que ya no gritaban aunque el macho Syrax seguía
envistiéndolo. Había visto la luz de un Syrax, una luz de la que nadie
sobrevive.
¿Cómo sobreviví yo entonces? Bueno, yo soy
Kaspan el Matador al fin y al cabo… y tuve la suerte de encontrarme a otro
grupo de cazadores detrás del mismo rastro que seguíamos nosotros justo antes
de desmayarme. Desperté dos días después en un hospital en Ganimedes.
Sobreviví al encuentro con los Syrax, algo
que no muchos pueden decir, pero su luz me jodió bien, daños cerebrales, no
muchos pero si algunas neuronas quemadas aquí y allá. Perdí mis reflejos para
la cacería y por eso ahora solo soy conocido como Kaspan el Tabernero, esos
trofeos en las paredes son todos míos. Ahora dime ¿Qué te sirvo?
Créditos al autor de la imagen al que no conozco
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